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6/10/2014

CLIMA, AGUJAS Y SUPURACIÓN

Un dato curioso es que toda esta aventura tópico-alérgica que te estoy contando se da en un clima atlántico. Porque también hay que tener en cuenta la climatología, un factor muy importante del que he ido poco a poco percatándome de lo que me puede llegar a afectar la humedad y el cambio de tiempo (sobre todo cuando va a llover, cual viejo con su reúma).
Todo este tiempo he vivido en As Pontes (desde que nací hasta los 18) y en Lugo, donde empecé mis estudios. La siguiente etapa fue en A Coruña, por lo que pensé que el clima al tener el mar al lado, ayudaría a estar mejor, pues son muchos los veranos al sol bañándome en el mar y viendo mi piel secar y mejorar. Era increíble lo bien que me encontraba en los meses estivales. Por ello, al mudarme a la ciudad herculina piensas que puede ser un buen cambio. Iluso de mí. No sé por qué, pero ese año empecé a notar peor la piel, más irritable y roja. Sigues aplicando cremas y tomando todo tipo de pastillas para combatirlo, pero no hace nada.

Y llegó la primera medida alternativa a la medicina que todos conocemos: la acupuntura. Oyes que a gente le ha hecho maravillas: dejan de fumar, aparcan sus migrañas, las articulaciones van a mejor... Pues la dermatitis sigue en su sitio. No se va. Y es más, al día siguiente amanecí con un brote general con el que apenas me movía. Acto seguido acudí al centro de salud a por una inyección de urbasón y, no contento con ello, repetí la experiencia "por si acaso". Maldita la hora.

Poco después llegó el verano y pasé una temporada en un pueblo ourensano donde el clima dista bastante del coruñés. El clima continental se caracteriza por ser más seco y el calor que tiene en verano hace maravillas. Hacía tiempo que no estaba así de bien. Después de este cambio de ubicación fui a estudiar a Valencia, donde también piensas: ¿Clima mediterráneo? Seguro que allí estaré genial". Y de nuevo te das de bruces con la realidad. La elevada humedad de la comarca de La Safor no hizo nada bueno en mi delicada piel. Por lo menos en la temporada de invierno. Fue en ese mes de diciembre, justo antes de Navidad, cuando empecé a sufrir un extraño comportamiento en mi cuello. Sin saber por qué, la piel de esa zona se irritaba fácilmente y empezaba a supurar. Gracias a que ya me volvía a Galicia pude ir al dermatólogo y dejar que comprobara eso, porque si llega a ser por el sistema sanitario valenciano ya me podían encontrar tirado en la puerta del centro de salud que nadie me atendería. Sistemas de gestión autonómicos... pero bueno, ese no es el tema de este blog.
Una vez de vuelta en A Coruña esa reacción del cuello me sorprendió de madrugada supurando de una manera descomunal, llegando a encartonar el cuello del pijama de la cantidad de líquido que echó. Y así, de madrugada y en pijama, arranqué el coche en dirección Ferrol y que vieran mi estado. Esperé primero en urgencias donde me pusieron urbasón en vena y, horas más tarde, me atendió el dermatólogo. Una vez más no hay más remedio que pautar corticoides.