11/15/2015

MEA CULPA

Perdóname Señor porque he pecado.

Sé de buena tinta que ni está ni se le espera. Ese al que tanto nos encomendamos en nuestros momentos más agonizantes y que nunca antes molestaste. Y lo cierto es que ni eres el primero ni serás el último en dedicarle, aunque sea un milisegundo, un ruego desesperado. Desde el más mínimo problema hasta lo más gordo que se te ha podido plantear, ronda sobre ti la curación divina.
Y son muchas las bocas grandes que osan balbucear que hay que tener fe. Que creyendo se va a Roma, por así decirlo, y a Roma va quien quiera ver el Coliseo o la fontana de Trevi (recién restaurada, por cierto). Que tienes que dedicarle tu tiempo a Ese y que será benevolente si, nuevamente, tienes fe.
Y digo yo, qué tanta benevolencia debes tener si finalmente no hay prueba de ello más allá del dinero que mendigan sus lazarillos tras el púlpito? Una mafia más que pretende controlar las emociones y deseos de sus secuaces. Un clan. Uno de tantos. Uno de esos que junto a gobiernos extorsionan a sus sociedades y crean conflicto entre ellas. Uno de esos que duerme tranquilo mientras pagan otros por sus pecados.

Perdónalos Señor porque han pecado.

New York, Madrid, Londres, París... Ciudades que a pesar de su fuerte marketing turístico y de tierras de ensueño, han pasado a ser recordadas por violentas acciones con trasfondo religioso debido al entrometimiento de sus gobiernos en lugares en los que no son bienvenidos por su falta de tolerancia (la de ambos). Ni los buenos son tan buenos, ni los malos son tan malos. Y resulta que el final de cada episodio los escriben los de abajo. Esos que simplemente intentan sobrevivir a sus decisiones.

Perdónanos Señor porque hemos pecado.

"Ten fe" me repetía Antonia hasta la saciedad mientras intercambiábamos opiniones e ideas al respecto. Tanto por todo lo que nos atormenta en nuestros días como por lo que he estado pasando con ella. Decía (y sigue diciendo) que hay que creer, que hay algo arriba que coordina todo lo que pasa y nada es casualidad.
Yo ya hablé sobre esto en su día, ya que a.Q. (antes de Quasidermatólogo) fueron muchas las misas y las alternativas a las que algún familiar se ha acogido para rogar una cura milagrosa. Y pasados los años, quiero decirte que no. Que no existe. Que puedes aferrarte a la idea como consuelo, pero que lo único que debes hacer es poner empeño en lo que haces. En luchar contigo mismo/a y apoyarte en los tuyos para poder resolver cualquiera de esos achaques que tengas. Yo a Antonia le respondía que no, que no creo en nada. Yo creo en mi gente y en lo pragmático.

Y así como he ido de menos a más hasta solucionar un problema mediante métodos pragmáticos como la alimentación y la constancia (el spray lo ponemos en lo divino por eso de sus propiedades mágicas), también he visto como todo puede volver si no continúas y te excedes.
Estos meses he dejado un poco de lado toda esa dieta rigurosa. He vuelto a recordar lo adictivo que es el chocolate, y lo refrescante que es la cerveza. A pocos no es nada, pero una vez te excedes tu cuerpo se resiente y pica. Pica y te rascas. Rascas y asoman eczemas. Me he asustado, pero nada es lo que ha sido y no quiero invadir mi cuerpo con algo que no tolera bien. Es cuestión, nuevamente, de respeto.

Perdóname Señor porque he pecado.


No hay comentarios:

Publicar un comentario